El aire que respiramos

La importancia del aire que respiramos es innegable. Podemos sobrevivir más de cuarenta días sin ingerir alimentos y unas cuantas jornadas sin líquidos, pero apenas unos minutos sin respirar.

El alimento “etérico” del aire -el prana para los orientales- es de vital importancia en todos los procesos fisiológicos y metabólicos de los seres vivos. Además de sus componentes -oxígeno, nitrógeno, carbono, etc.-, hay que tener en cuenta la correcta proporción, calidad y cargas eléctricas e intercambios iónicos entre los mismos. Tanto la estructura molecular como las interrelaciones iónicas permitirán una correcta asimilación del aire que respiramos como elemento vital y energético o, por el contrario, tóxico y desvitalizante.

La radiación ambiente, terrestre y solar, incide directamente sobre las partículas y moléculas del aire, provocando continuas reacciones químicas que hacen relativamente compleja la investigación de su composición y calidad. A pesar de ello, poco a poco se han ido estableciendo una serie de parámetros que nos permiten reconocer su benignidad o insalubridad, como el grado de ionización, humedad relativa, composición química, presencia de sustancias contaminantes, gases tóxicos y ozono.

En nuestro entorno, y sobre todo, en nuestra vivienda, difícilmente podremos realizar un estudio exhaustivo de estos parámetros y componentes, pero sí podemos establecer los niveles de tolerancia o peligrosidad más frecuentes en cuanto a sustancias tóxicas en suspensión, presencia del dañino gas radón, grado de humedad óptimo o ionización idónea, así como evitar la presencia del ozono, uno de los reactivos capaces de convertir algunas sustancias químicas, como el anhídrido sulfúrico (SO2), en corrosivo ácido sulfúrico.

El vertiginoso aumento de contaminación atmosférica que se ha producido en las últimas décadas ha coincidido con el recrudecimiento de las enfermedades respiratorias, asmas, alergias y cánceres pulmonares. Sin embargo, parece que estamos lejos de hallar una solución rápida y efectiva para este problema, sobre todo en las áreas altamente industrializadas y en las grandes ciudades, donde, en períodos de calma atmosférica, el aire apenas se renueva y la acumulación de sustancias tóxicas o peligrosas, así como la deficiente ionización, llegan a niveles alarmantes para la población. Enclaves como Atenas o México se ven obligados a realizar campañas de evacuación de niños en determinadas épocas del año, en las que el nivel de contaminación amenaza seriamente la salud de los más indefensos.

Es en el interior de las viviendas donde hay que prestar mayor atención, ya que, cuando se trata de ambientes cerrados y escasamente ventilados, el problema se agrava. En tales circunstancias, el aire se vuelve muy peligroso debido a la carencia de algunos compuestos y el exceso de otros. El aire viciado se considera la principal causa de lo que se ha dado en llamar “síndrome del edificio enfermo”, que se traduce en alergias, problemas respiratorios, resfriados, náuseas, irritaciones y dolores de cabeza. Quizá hubiera sido más correcto denominarle “síndrome de los edificios que enferman a sus moradores”. Si tenemos en cuenta que la mayor parte de la población urbana pasa entre un 80 y un 90 por ciento de tiempo en ambientes cerrados, deberemos preocuparnos seriamente de la calidad del aire que respiramos en el interior de los edificios, donde los intercambios y la renovación del aire deberían ser constantes.

Fuentes de contaminación atmosférica

Las principales fuentes de contaminación atmosférica son las instalaciones industriales: se estima que en Estados Unidos son responsables de un tercio de la contaminación global, y, de ese tercio, la mitad se atribuye a las centrales termoeléctricas.

Durante las fases y los ciclos de producción de ciertos tipos de industria se emiten al aire sustancias de reconocida nocividad, sobre todo para las vÍas respiratorias. Las centrales termoeléctricas, por ejemplo, envían al aire anhídrido sulfúrico (SO2) y residuos de combustión, como hollines semisólidos. La industria del petróleo libera a la atmósfera hidrocarburos, compuestos de azufre, óxidos de nitrógeno, mercaptanos y fenoles. De alto poder contaminante son también las factorías siderúrgicas, químicas, de abonos, las fundiciones y las industrias del aluminio, plomo, zinc y cemento, por citar tan solo las más importantes.

Una contaminación que fluctúa con los cambios estacionales es la de las instalaciones de calefacción. Las sustancias contaminantes emitidas durante el proceso de combustión son diversas y dependen del tipo de combustible empleado. Por citar solo algunas, recordemos la emisión de sustancias sólidas, óxidos de azufre y nitrógeno, anhídridos y materiales y ácidos orgánicos. Es evidente que, al entrar en contacto con el aire, estos compuestos inciden sobre toda la población, afectando en mayor medida a las personas más vulnerables, que son los enfermos, los ancianos y los niños.

La contaminación producida por los vehículos y los motores de combustión o explosión es una de las más recientes, pero también de las más peligrosas, debido a la gran cantidad de plomo, benceno, óxidos de carbono e hidrocarburos que emite.

En la acción contaminante del medio ambiente y la atmósfera tienen gran importancia tanto la suma de los efectos tóxicos producidos por las diferentes sustancias presentes en el aire como el nivel de concentración de las mismas.

Esto está íntimamente relacionado con factores atmosféricos y meteorológicos, como el movimiento del aire y los vientos o la lluvia y la niebla, que facilitan o dificultan la dispersión, así como con las diferentes radiaciones (ultravioletas, gamma…).

Tampoco podemos olvidar las enormes cantidades de minúsculas partículas arrancadas por el viento a la corteza terrestre, como polvo, polen y esporas, que, por muy naturales que sean, causan graves trastornos a las personas sensibles o alérgicas.

Como hemos visto, la contaminación atmosférica debida a emisiones masivas de sustancias nocivas al aire altera de forma considerable el delicado equilibrio natural y armónico de medio ambiente. Un hecho que también influye negativamente en las funciones de nuestro organismo y, por lo tanto, sobre nuestra salud.

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Una respuesta hacia “El aire que respiramos”

  1. Sergio
    20/12/2013 a 9:58 #

    Enhorabuena por el artículo. Muy interesante y sobre todo muy informativo.
    No cabe duda que en ocasiones descuidamos lo que tenemos más cerca, en este caso el aire que respiramos en nuestras propias casas o en nuestros espacios de trabajo. Afortunadamente existen métodos mediante los cuales podemos mejorar esta calidad significativamente. Permíteme que te pase el siguiente artículo: http://www.todostartups.com/bloggers/la-importancia-de-cuidar-la-calidad-del-aire-en-los-espacios-de-trabajo-por-filterqueenes
    En el podrás encontrar datos muy interesantes sobre el tema.
    Un saludo.

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