El huerto familiar ecológico

http://www.elcorreodelsol.com/articulo/el-huerto-familiar-ecologico-de-mariano-bueno

15ª edición 2014

1ª edición 1999

426 páginas, mas de 700 fotos e ilustraciones a todo color

Edita: Integral  / RBA Libros

ISBN: 84-7901-367-2

 

¿Quién no se ha planteado alguna vez el cultivar un pequeño huerto que le provea de alimentos frescos y saludables?

Resultan innumerables las ventajas de cultivar nuestro propio huerto -sobre todo si lo hacemos con métodos ecológicos- ya que nos permite realizar regularmente un beneficioso ejercicio al aire libre, desarrolla la creatividad y la sensibilidad por la vida que nos rodea, brindándonos la posibilidad de colaborar con la naturaleza con técnicas de cultivo respetuosas con el medio y el reciclado de los residuos orgánicos de la casa. Aunque quizás la razón más imperiosa de nuestros días sea la de poder consumir alimentos sanos con garantía de calidad y sin los tóxicos residuos de los pesticidas y los agroquímicos que se emplean normalmente en la agricultura convencional -química-.

De hecho, cada día existen menos dudas sobre el importante papel que desempeña la alimentación en relación con la salud, sobre todo la alimentación desequilibrada -a base de productos de mala calidad nutricional o desvitalizados- como factor de numerosos trastornos de salud y diversas patologías, que suelen mejorar o simplemente desaparecer cuando nos alimentamos correctamente, dando prioridad al consumo de productos de buena calidad nutricional y exentos de restos de sustancias tóxicas, como restos de pesticidas, agroquímicos o aditivos de dudosa inocuidad.

Por suerte para la salud en general, en los últimos años se está potenciando considerablemente la producción ecológica de alimentos y su consumo se incrementa día a día en todo el planeta por parte de personas de todas las esferas sociales, convencidas la mayoría de la importancia de tal elección. Lástima que en nuestro país la conciencia de la relevancia para la salud personal y del medio ambiente de los alimentos de producción ecológica sea aún escasa, resultado de lo cual es que más del 90 % de la producción nacional se destina a la exportación.
A muchas personas la obtención y el consumo de alimentos sanos y ecológicos les resulta difícil, debido en ocasiones a la lejanía de su hogar de establecimientos en donde se comercialicen de forma regular y con garantías y en algunos casos son los precios de adquisición -algo más elevados- lo que los pone fuera del alcance del ajustado presupuesto doméstico. Aunque este factor es relativo y no debería analizarse aisladamente considerándolo restrictivo sin más, ya que la mayor calidad nutricional y el contenido más elevado de nutrientes por el mismo peso de producto adquirido equilibran en parte la balanza de lo pagado y lo obtenido -tengamos presente que en las prácticas habituales de la agricultura convencional se abusa de los abonos nitrogenados y de ciertas fitohormonas que obligan a la planta cultivada a acelerar su desarrollo absorbiendo grandes cantidades de agua y nitratos en detrimento del resto de macronutrientes y oligoelementos-. También debemos añadir los beneficios para la salud que suponen los menores gastos en medicación al evitar ciertos trastornos, lo cual rentabiliza la inversión.

Para quienes todavía no tienen claros los peligros del consumo de productos cultivados convencionalmente (con agroquímicos), quizás hiciese falta repasarles la lista de despropósitos de los más normales métodos de cultivo y procesado de alimentos. Una manzana golden suele recibir una media de 23 tratamientos químicos en el árbol, más dos o tres inmersiones en otras sustancias químicas para su conservación en cámaras frigoríficas, en donde permanecerán a la espera de su distribución, siendo gaseadas con etileno justo antes de su comercialización para forzar la maduración, ya que fueron cosechadas verdes. Cualquier lechuga convencional del mercado es cultivada a base de riegos con abonos nitrogenados y ácido giberélico -hormonas vegetales-, en menos de cincuenta días, cuando tradicionalmente y en los cultivos ecológicos permanece en la tierra de dos a tres meses (o más tiempo), absorbiendo sus muchos nutrientes y siendo bañada por la radiación solar que propicia la adecuada fotosíntesis, imprescindible para la elaboración de la clorofila.

Las plantas seleccionadas a través del tiempo por los campesinos, en función de sus características gustativas y nutricionales combinadas con su mayor adaptación a las condiciones del clima y el suelo donde se cultivan, han sido sustituidas por variedades híbridas de mayor producción, ávidas de abonos químicos y, la mayoría de veces, frágiles ante las inclemencias climáticas, lo que las hace vulnerables a plagas y parásitos, forzando al agricultor al empleo masivo de plaguicidas y tratamientos químicos, muchos de los cuales son residuales y serán consumidos junto a los alimentos o pasarán a contaminar la tierra o las capas freáticas, llegando a casa por las cañerías de agua potable.

La obsesión por abaratar costes de producción también lleva al abuso de herbicidas que controlen las hierbas silvestres sin necesidad de recurrir al desherbado manual o mecánico. Los herbicidas dañan irremediablemente la frágil biología de la tierra y están siendo detectados en dosis alarmantes en la mayoría de acuíferos. Para colmo de males, varias multinacionales de la agroquímica intentan imponer el cultivo de plantas manipuladas genéticamente, de las que se desconoce por completo los posibles efectos negativos para la salud a corto o largo plazo.
Algunas de estas razones y una lista que se haría interminable justifican el que apoyemos la producción ecológica de alimentos y, si ello es posible, incluso el que cultivemos nosotros mismos, con nuestras propias manos, gran parte de los alimentos que consumimos cada día, siendo el huerto familiar ecológico una de las más saludables e interesantes opciones a nuestro alcance.

Siempre es posible cultivar nuestros propios alimentos de forma sana y ecológica, aunque tan sólo sea de forma testimonial, ante la falta de espacio o de tiempo disponibles. Quienes no dispongan de una parcela en donde cultivar sanamente pueden comenzar con algunas verduras en el balcón o la terraza de casa; existen varias propuestas con el sugerente título de El balcón comestible que pueden orientarnos. Incluso cuando esto resulta complejo, siempre nos queda la opción de los germinados, alimento de primer orden, sano y nutritivo, que podemos elaborar fácilmente en un rincón de la cocina con la ayuda de un germinador -usaremos semillas de procedencia ecológica, ya que las semillas convencionales suelen estar tratadas o rebozadas con productos tóxicos antiparasitarios-.

Quienes disfrutan de una casa con jardín o con una pequeña parcela son quienes lo tienen más fácil para iniciarse en el cultivo del huerto familiar ecológico -aunque para ello haya que renunciar a una parte del estético pero antiecológico (en nuestro país) césped-. Para su creación y mantenimiento serán precisos un mínimo de herramientas, tiempo y motivación, procurando buscar el máximo de información y asesoramiento que permitan su correcto diseño y la planificación de siembras, cultivos, cosechas y rotaciones que posibiliten la máxima producción con el mínimo de problemas y manteniendo la vitalidad y fertilidad de la tierra.
A partir de una parcela de 40 m2 bien gestionada podemos obtener la mayoría de hortalizas frescas que consume normalmente una familia media.

Gracias a las asociaciones beneficiosas y al cultivo denso obtendremos el máximo de producción en el mínimo espacio disponible.

Con un buen abono orgánico o con el compost elaborado con los restos orgánicos domésticos, las hierbas del huerto y los restos de cosechas, césped o podas trituradas, daremos vida a la tierra, restituyendo los elementos que le arrancamos con las cosechas y activando la vida microbiana y la acción de las lombrices -verdaderas factorías de nutrientes asimilables por las plantas-.

Una tierra fértil y sana, unida a la diversificación de los cultivos y sus correctas rotaciones, permite el desarrollo de plantas sanas y vitales, por lo que la presencia de enfermedades o plagas devastadoras es improbable, dándose tan sólo en épocas de mal tiempo o cuando cometemos ciertos errores. Pero cuando nuestras plantas enferman o son atacadas por parásitos, no tenemos por qué recurrir a los tóxicos productos químicos, pudiendo hacer uso de plantas medicinales de efectos reforzantes que también podemos cultivar en el huerto o a insecticidas vegetales inocuos para el ser humano y sin efectos residuales.

Los acolchados del suelo con paja u otras materias orgánicas evitarán la proliferación de malas hierbas y mantendrán la tierra protegida de la radiación solar, ahorrándonos riegos.
Cuando disponemos de suficiente espacio -a partir de los 100 m2- podemos plantearnos el cultivo de árboles frutales -un pequeño vergel- que completen la dieta sana y natural. Los amantes de los huevos pueden construirse un gallinero que albergue cuatro o cinco gallinas; los gallineros móviles permiten su emplazamiento sobre los bancales al finalizar los cultivos, limpiándolos de los restos de cosechas, hierbas e insectos allí presentes.

Los más audaces pueden incluso procurarse una o dos colmenas cuyas abejas se ocuparán de la correcta polinización de los frutos y, con algo de experiencia, obtendrán alguna cosecha de deliciosa y nutritiva miel.

Bueno, las posibilidades y los aspectos beneficiosos que nos aporta el huerto familiar ecológico son infinitos y casi siempre positivos, además de permitirnos un necesario contacto regular con la naturaleza y la práctica de saludable ejercicio al aire libre. Por todo lo referido, vale la pena su práctica -si aún no se lleva a cabo-, especialmente por parte de quienes se preocupan por la calidad de lo que comen, por su salud y por la salud del planeta.

Leer referencias al libro:

http://www.terra.org/categorias/libros/el-huerto-familiar-ecologico

http://www.elcorreodelsol.com/articulo/el-huerto-familiar-ecologico-de-mariano-bueno