Mejorar nuestra salud, implica ante todo reconocer los múltiples factores de riesgo que podemos hallar en mayor o menor medida en nuestra vivienda o en el lugar de trabajo. La Geobiología y la Bioconstrucción se han preocupado especialmente de investigar a fondo todas sus aplicaciones y de aportar las posibles soluciones a cada uno de los problemas planteados.
La Geobiología nace de las observaciones y estudios llevados a cabo por médicos, biólogos, geólogos, arquitectos y otros investigadores libres. El nombre de esta ciencia se debe, en parte, a que muchas de las enfermedades y trastornos padecidos por numerosas personas aparecen asociados a las radiaciones procedentes del subsuelo de los lugares habitados: radiaciones gamma, gas radón, presencia de fallas o fisuras, capas freáticas, alteraciones del campo magnético terrestre, etc.
La Geobiología estudia la contaminación eléctrica o electromagnética, los materiales tóxicos empleados en la construcción y los efectos que las radiaciones y la radiactividad tienen en nuestras viviendas. Sus conclusiones no dejan lugar a dudas sobre la importancia y la incidencia de las radiaciones del lugar y su relación con muchos de los males y enfermedades padecidas por la mayor parte de la población.
No deja de resultar curioso que, a menudo, nos preocupemos de la contaminación ambiental y del deterioro ecológico del entorno y no caigamos en la cuenta de que pasamos la mayor parte de nuestro tiempo (en Occidente, el 80% o el 90%) encerrados entre cuatro paredes, en ocasiones, contaminadas.
Es evidente que, tras la lectura de los agentes de riesgo mencionados y teniendo en cuenta que pueden estar presentes en nuestra vivienda, resulta obvia la pregunta de si podemos disponer de una casa sana en todos los aspectos abordados en este artículo. Somos conscientes de que se trata de una cuestión compleja que depende de muchos factores y de si partimos de una vivienda ya construida, un edificio que requiere renovación, un terreno donde se va a construir, etc.
Sea cual fuera nuestra situación, incluso si sólo queremos cerciorarnos de la salubridad o nocividad del edificio que habitamos, será preciso concretar los parámetros en los que se basa la bioconstrucción que, en definitiva, plantea la necesidad de diseñar viviendas que obedezcan a criterios de salud y armonía para sus moradores y para el entorno. ¿Qué sentido tiene vivir en una casa aislada del frío o protegida contra incendios si en su construcción se han empleado materiales altamente cancerígenos? ¿Qué ventajas reales proporciona una vivienda con una gran complejidad eléctrica y electrónica -electrodomésticos, alarmas, sensores, monitores de seguridad, etc.- si ésta duplica el riesgo de que sus moradores padezcan una leucemia o un tumor cerebral? Entramos en una lógica irracional donde aquello que debería aportamos confort y seguridad parece más peligroso que los supuestos beneficios prometidos.