La casa sana y ecológica

Al pensar en nuestra vivienda, podemos imaginarla sólida, confortable, hermosa, luminosa, acogedora, bien decorada, amplia, coqueta, práctica, segura e incluso con un espacio donde se respira “buena atmósfera” o, como se suele decir, llena de “buenas vibraciones”. Pero es muy probable que, en la práctica nuestro hogar no reúna la mayor parte de tales aspectos vitales y debamos conformarnos con adaptarnos a la falta de espacio, de luz natural o de ambientes acogedores o a la poco práctica distribución interior.

Sin embargo, hay dos aspectos importantes en torno a la vivienda a los que no se les presta atención y que no suelen ser tenidos en cuenta a la hora de elegir casa, proyectarla, construirla, remodelarla o simplemente, habitarla. Nos referimos a todas las cuestiones relacionadas con la salud y la ecología. La salud de los moradores y la del entorno.

Últimamente estamos empezando a tornar conciencia de la importancia del entorno en nuestra vida y de lo “vitales” que resultan un adecuado ejercicio, una alimentación sana y una actitud mental positiva, para gozar de buena salud. Cada vez son más las noticias que nos llevan a pensar que debemos tener muy en cuenta que nuestro entorno y el medio ambiente ejercen una clara influencia en el estado de ánimo y el desarrollo de ciertas patologías.

Por eso, si realmente deseamos disfrutar de una salud plena, no debemos limitamos a combatir los síntomas de las enfermedades, sino que intentaremos buscar y conocer las causas directas o indirectas de tales trastornos, para poder evitar el seguir padeciéndolos en el futuro y tal vez debamos empezar por nuestro hogar, porque nuestra vivienda, ya sea pequeña o grande, céntrica o alejada de la ciudad, puede realmente ser ese espacio vital que nos cobije y nos aporte el mínimo de confort y salud que resultan básicos e imprescindibles o, por el contrario, puede encerrar un gran número de elementos perturbadores o factores de riesgo para la salud.

La aparente pulcritud y asepsia de nuestras “confortables” viviendas, oficinas, aulas, talleres o lugares de ocio contrasta con las cotidianas noticias referentes al síndrome del edificio enfermo, que debería llamarse, más bien, síndrome de los edificios que enferman a sus moradores. Trastornos alérgicos y respiratorios, irritación ocular, dolor de cabeza, náuseas o nerviosismo son tan sólo algunos de los síntomas más evidentes generados por la permanencia prolongada en viviendas repletas de materiales sintéticos, donde se renueva poco o mal el aire interior, limpiadas con productos químicos agresivos y bombardeadas por infinidad de campos eléctricos o electromagnéticos artificiales. Todo ello agravado por las tendencias a aislar y sellar herméticamente y a poro cerrado paredes, puertas y ventanas, impidiendo una renovación natural del aire interior, lo que obliga a climatizar con sistemas de aire “acondicionado”. Psicológicamente, resulta deprimente permanecer en un edificio en el que no podemos abrir las ventanas bajo ningún concepto.

Poco a poco, ese continuo alejamiento del entorno natural para encerrarnos en entornos artificiales nos pasa factura y el elevado precio a pagar gira en torno a la pérdida progresiva de salud y, sobre todo, de calidad de vida.

En una sociedad polarizada en lo material, agobiada por el estrés, las prisas, el ruido, la contaminación, las relaciones conflictívas y el anquilosante sedentarismo -fruto de la tecnificacion de todos los procesos vitales-, vivir de forma sana, equilibrada y armónica parece una utopia lejos de nuestro alcance.
Quizas no podamos cambiar el macroentorno, pero si podemos actuar sobre la realidad más inmediata y personal: la vivienda y los espacios en que pasamos la mayor parte del tiempo -incluyendo el lugar de trabajo-.

En la mayor parte de los espacios construidos para ser habitados -casas, oficinas, bares, etc.- la calidad de vida suele ser escasa y. amenudo, incluso nefasta para la salud. Deficiente iluminación, aire empobrecido o saturado de sustancias químicas -incluso tóxicas-, materiales sintéticos, electricidad estática, radiaciones electromagnéticas, ruido, colores disarmónicos y desvitalizantes, incluso las formas de los espacios tienden a ser agobiantes, agresivas o simplemente poco funcionales, al primar los aspectos técnicos o estéticos por encima de todo lo referente a la salud y el bienestar de los moradores.
Esto plantea la necesidad de disponer de información clara y concisa sobre cada uno de los aspectos vinculados a la vivienda, información que nos permitirá adquirir una nueva conciencia, de los espacios vitales que habitamos y nos ayudará a ir acercándonos a un nuevo estado de armonía y salud, tanto a nivel personal como medioambiental.
De hecho, las viviendas actuales son grandes devoradoras de energía, materiales, agua y aire, devolviendo al entorno aguas contaminadas, aire viciado y desechos domésticos que requieren un tratamiento adecuado; sencillamente, son poco ecológicas.
El simple hecho de cambiar un tablero de aglomerado repleto de formaldehídos, desenchufar una lámpara o el radio despertador de la cabecera de la cama, sustituir algunos productos de limpieza tóxicos por otros ecológicos o cambiar de ubicación la cama, puede mejorar de una forma tan espectacular algunos problemas de salud padecidos durante años, que, sencillamente, resulta tan sorprendente como de fácil aplicación y al alcance de cualquiera.
A fin de cuentas, con actos tan sencillos como los recomendados o los que podemos hallar en libros como Vivir en casa sana, El libro práctico de la casa sana o Casa Saludable, como por ejemplo: realizar una correcta instalación eléctrica, pintar las paredes de un determinado color, elegir una pintura ecológica y no tóxica o buscar la mejor orientación de la cama, podemos evitar o dejar de padecer dolores de cabeza pertinaces, insomnio, alergias o incluso trastornos mucho más graves. Y eso es lo que se expone en estos y algunos otros libros, las pautas básicas para conocer y valorar cada uno de los aspectos vitales que giran en torno a la casa, descubriéndonos los problemas y los potenciales peligros para la salud que pueden darse en nuestro hogar, aconsejándonos y ofreciéndonos soluciones que nos facilitaran escoger las mejores opciones en cada circunstancia, para poder acercamos lo más posible al objetivo de disfrutar de una casa sana y gozar de mejor salud.

Pero conviene recordar que la casa, además de ser sana para sus moradores, debemos procurar que también sea sana para el entorno. Por ello buscaremos el máximo de información práctica (y de fácil aplicación, que nos ayude a conseguir que nuestra vivienda sea mas respetuosa con el medio ambiente, primando la bioclimática, los materiales ecológicos, el reciclaje, el ahorro de energía y el acceso a las energías limpias y procurando que resulte lo menos contaminante posible.

Con un poco de sentido común, más la información, los consejos y las ideas que nos aporten personas expertas o que aparezcan en los libros – a los que debemos añadir un mínimo de ilusión i ganas de hacer las cosas mejor-, nos resultará facíl ir acercando la construcción, la rehabilitación y la decoración de nuestras viviendas a algo que es esencial y básico y que está al alcance de todos nosotros: gozar de casas más sanas y ecológicas y disfrutar de nuestro hogar con más salud. Y, por qué no, durante más tiempo.

Sin lugar a dudas, nuestra salud y la del planeta entero lo agradecerán.

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