Cómo hacer un buen compost

 

EL COMPOST Y LA FERTILIDAD DE LA TIERRA

 

 

 

 

 

 

 1ª edición 2003 / 5ª edición 2010

174 páginas, profusamente ilustrado

Publica: “La Fertilidad de la Tierra”

http://www.lafertilidaddelatierra.com/producto.php?id=7

 

El compost es un microcosmos que procura la fertilidad de la tierra y el buen desarrollo de las plantas y está en la base o esencia de toda vida.

Lo que en la naturaleza tarda años siguiendo el ritmo de las estaciones, en el compost se realiza en apenas unos meses. Para realizar un buen compost no es necesario conocer al detalle todos los procesos de degradación y transmutación que, mediante la incesante actividad de sucesivas avalanchas de innumerables poblaciones microbianas –bacterias, hongos…– van elaborando el compost. Pero, aun no siendo un requisito indispensable, siendo conscientes de los diferentes procesos que puede vivir un compost podremos colaborar con la naturaleza para conseguir los mejores resultados, a fin de obtener un producto que dé vida y fertilidad a nuestra tierra y posibilite el desarrollo de plantas sanas, vigorosas y productivas.

Necesitamos irremediablemente observar atentamente la naturaleza si queremos captar mejor y ser conscientes de los complejos procesos de transformación de elementos tan dispares como minerales (carbono, oxígeno, nitrógeno), agua y energía solar (luz y calor) en seres vivos (plantas y animales).

Al abordar, en un libro de divulgación general, el complejo mundo del compost, nos vemos enfrentados a intentar explicar, de forma concisa y simple a la vez, las sorprendentes y constantes transformaciones biológicas que se producen en la tierra, así como la complejidad de las estrechas relaciones y los infinitos lazos e interconexiones de una complejidad asombrosa que constantemente se están tejiendo en la naturaleza.

Al hablar del compost y de los procesos de descomposición de la materia orgánica, nos adentramos en un complejo mundo en el que el resultado final va más allá de ser un simple proceso de reciclaje de nutrientes, en el que se recuperan sustancias de origen animal o vegetal para convertirlas en alimentos directamente disponibles para las plantas cultivadas.

De hecho, nos hallamos ante el fascinante proceso de la vida en sí misma. Elaborar y utilizar compost es, en definitiva, colaborar en la creación y perpetuación de la vida en su concepto más amplio.

Si aprendemos a hacerlo bien, fomentaremos con nuestra labor la creación de suelo fértil, aportaremos fertilidad a la tierra y potenciaremos su vida y su biodiversidad. A cambio de nuestra labor y como resultado final de mejorar las condiciones de un suelo, de hacerlo cada día más vivo y vital, obtendremos unos alimentos saludables y propiciadores de vida. La misma vitalidad que generamos en la tierra, ella nos la devuelve en forma de alimentos que nutren nuestro cuerpo y acrecientan nuestra vitalidad.

Esa vida que se elabora sobre un horizonte de base mineral precisa de la intervención de numerosísimos grupos de seres vivos que trabajan en estrecha relación y colaboración o unos grupos tras otros, creando cada uno las condiciones que permiten a otros estar activos y realizar su labor.

En la naturaleza, estos complejos y a la vez maravillosos procesos se realizan en la capa superior de la tierra sin la intervención del ser humano y donde mejor pueden apreciarse es en la exuberancia de los bosques y de las selvas tropicales.

Nuestra labor, al realizar el compostaje de materia orgánica, ya sea en montón, en recipientes compostadores o en compost de superficie (sobre la tierra cultivada), será la de reproducir lo mejor que nos sea posible las condiciones que observamos en plena naturaleza.

Durante décadas, los agrónomos creyeron posible simplificar la compleja actividad englobada en la fertilidad de la tierra, reduciéndolo todo a precisas fórmulas de química molecular (N-P-K y compañía). Hoy somos conscientes de que, a pesar de la arrogancia humana que nos hace creer que podemos hacerlo mejor y más fácil que la propia naturaleza, en realidad los atajos tomados llevan siempre a callejones sin salida que degradan cada vez más el medio donde se desarrolla la vida (incluida la humana) y nos convierten en esclavos de los sistemas artificiales de la agroindustria.

Aunque resulte extraña esta reflexión, el compost, aparte de incrementar la vida y la fertilidad de la tierra, nos otorga libertad, la libertad de la no dependencia.

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Alimentación humana y vegetal

Similitudes entre el proceso digestivo humano y el de las plantas

Por extraño que parezca, si miramos con atención vemos que en los bosques frondosos y las fértiles praderas nadie se ocupa de labrar la tierra, ni de enterrar en profundidad los restos orgánicos y las hojas que han ido cayendo sobre ella. Infinidad de insectos y microorganismos se afanan en trocear y triturar, en un proceso similar al que hacen nuestros dientes, masticando los alimentos que llegan a la boca. A continuación le sigue un proceso de compostaje (o predigestión) en el que intervienen millones de bacterias, hongos y otros microorganismos que viven cerca de la superficie de la tierra o que están en el interior de los sistemas digestivos de los animales vertebrados, de los caracoles o babosas y de los insectos que han ingerido esos vegetales. Nos hallamos ante el estómago de las plantas. El proceso que se realiza en las capas superficiales de la tierra (o en un montón de compost), es el equivalente al proceso digestivo en el estómago humano.

En ambos, en la tierra y en nuestro estómago hay una predigestión de los alimentos o de las materias orgánicas, mediante la desestructuración de las moléculas orgánicas y la liberación de ácidos húmicos, que permite la posterior absorción de nutrientes. En el ser humano (después de haber pasado por el troceado en la boca y la predigestión en el estómago) la verdadera digestión y sobre todo la asimilación de nutrientes se produce en los intestinos, largos tubos “forrados” de una flora microbiana en la que destacan bacterias y hongos; en la tierra lo hacen millones de bacterias, hongos y micorrizas que rodean a las raíces, más la flora bacteriana del sistema digestivo de las lombrices.

La similitud entre los dos procesos digestivos -el de las plantas y el humano- es notable, la diferencia es que la actividad digestiva de las plantas es exógena -se realiza en el exterior las raíces- y la humana es endógena -se produce en el interior de los tubos digestivos-.

Las micorrizas (hongos simbiontes) rodeadas por millones de bacterias y hongos presentes en la tierra de su alrededor permiten a la planta solubilizar los elementos orgánicos (humus, carbohidratos…) y minerales e introducirlos al torrente de savia. En este contexto, las micorrizas son un ejemplo claro de sinergia y retroalimentación y juegan un papel trascendental en el sistema digestivo de las plantas. La micorriza coloniza las raíces de la planta proporcionándole nutrientes y agua que extrae del suelo mediante la extensa red de filamentos que genera, y la planta le da cobijo y le suministra alimento en forma de sustancias energéticas y de carbohidratos que genera mediante la fotosíntesis. Cuanto más y mejor alimenta la planta a las micorrizas, más y mejor alimentan las micorrizas a las plantas.

Una tierra rica en micorrizas, es como una persona cuyos intestinos están colonizados por una excelente y abundante flora bacteriana, capaz de digerir correctamente los alimentos ingeridos y de transformarlos en nutrientes que pasaran al torrente sanguíneo dando energía, fuerza, salud y vitalidad a ese cuerpo. Del mismo modo, la abundancia de micorrizas alrededor del sistema radicular de las plantas, les aseguraran una excelente nutrición, vigor y productividad. De hecho, las practicas de la agricultura natural y ecológica, van mas alla de limitarse a introducir abonos o fertilizantes a la tierra para nutrir las plantas; la fertilización natural procura aportar en la tierra abundante materia orgánica en descomposición, que sirva de “alimento” a los hongos, bacterias y microorganismos del suelo; y ellos al descomponer dichos materiales orgánicos serán los encargados de nutrir adecuadamente a las plantas cultivadas; tal como sucede en plena naturaleza.

Para que la tierra de nuestro huerto rebose de fértiles micorrizas, tan solo tendremos que procurar no recurrir a productos fungicidas (las micorrizas son hongos) e ir añadiendo regularmente a la tierra suficientes aportes de materia orgánica que las alimentes y permitan su buen desarrollo; ellas ya se encargaran de alimentar bien y mantener sanas a nuestras plantas cultivadas.

 (textos:  Mariano Bueno)