Viviendas biocompatibles

Lorena Farras Pérez

Las edificaciones esconden trampas invisibles perjudiciales para la salud

Son amenazas invisi­bles, que pasan des­apercibidas, pero no así sus efectos, espe­cialmente a largo pla­zo. Los materiales constructi­vos, las pinturas, los aparatos electrónicos o los factores am­bientales externos son sólo algu­nas de las trampas para la salud que poseen la mayoría de las vi­viendas y edificios de oficinas. A mediados de mayo, el Col-legi d’Arquitectes de Catalu­nya (COAC) organizó un congre­so sobre Bioarquitectura en el que se habló sobre arquitectura, clima y salud. Se dieron a cono­cer datos muy significativos, co­mo que el 10% de los cánceres de pulmón tienen su origen en el mal ambiente del aire interior de los edificios. La cifra puede resul­tar excesiva, pero hay que tener en cuenta que cada vez pasamos más horas en espacios cerrados, con lo que las viviendas o bien los puestos de trabajo se convierten en una segunda piel para las per­sonas. ¿Qué se puede hacer para evitar que las construcciones sean tan poco saludables, tan po­co biocompatibles?

Mariano Bueno es uno de los principales expertos en este te­ma en España. Bueno señala cuá­les son los principales puntos que tener en cuenta. Uno de ellos es el entorno de la vivienda. “Se ha constatado que las personas que habitan en zonas con vegeta­ción abundante viven unos cinco años y medio más que los que residen en zonas degradadas o sin vegetación”, asegura. La explica­ción es que “la vegetación regula la calidad del aire ambiental”, añade. La elección del emplaza­miento es un punto clave. Si se puede es mejor evitar las zonas con calles muy transitadas o bien cercanas a industrias o, al menos, orientar y organizar la vivienda en función de ello. En este senti­do, la estancia que precisa de ma­yor protección es el dormitorio, donde se pasa un mayor número de horas. Pero Bueno explica que ha visto “casos con más contami­nación electromagnética en el dormitorio que en el exterior, donde había antenas de telefonía móvil o de telecomunicaciones”. Para evitarlo, Bueno recomienda vigilar los enchufes, las radios despertadores y los móviles enci­ma la mesilla de noche.

La contaminación electromag­nética debida a líneas de alta ten­sión o antenas de telefonía móvil o de telecomunicaciones es la que más mala fama tiene, pero la naturaleza posee también sus propias amenazas. Antes de cons­truir un edificio, Bueno reco­mienda analizar mediante estu­dios geobiológicos las energías que emanan del suelo, especial­mente allí donde hay fallas o cursos de agua subterráneos, por la toxicidad del gas radón.

 Otro factor muy importante son los materiales que se usan pa­ra construir el hogar o bien los que introducimos en su interior. Bueno explica que lo mejor es op­tar por “los materiales menos pro­cesados, más naturales, como la madera, pero los recubrimientos de estos materiales son todavía más importantes”. El experto se refiere a pinturas o barnices, que tienen una elevada toxicidad.

 La calidad del aire interior tam­bién es vital, según Bueno. “Hoy en día pecamos de ventilar poco, de no realizar el adecuado mante­nimiento de aparatos, como el ai­re condicionado -que puede ser un importante caldo de cultivo de bacterias, hongos y otros mi­crobios-, y, además, limpiamos con productos de elevada toxici­dad”, advierte. Las amenazas no son pocas y algunas son de difícil solución, pero las hay que son só­lo cuestión de hábitos.

La estancia que precisa de mayor protección y cuidados es el dormitorio, ya que es donde se pasa más tiempo.

 

 lorena.farras@gmail.com

Publicado en LA Vanguardia 5-6-2011

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